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domingo, 9 de junio de 2013

Relato 56



¡Hoy os traigo el capitulo 56!

POR FIN. Lo primero, mil perdones. Era para el viernes, lo sé. Pero con exámenes y trabajos se me ha ido haciendo imposible. Me he puesto hace un ratín y lo he acabado. No está perfecto por las prisas, pero os prometo que el próximo será muchísimo más largo como recompensa a este :)

Agradeceros la cantidad de correos con felicitaciones que estoy recibiendo a través de andreaeverdeen@gmail.com, ya que el 23 el blog cumple un año.

Ya podéis ver que hay una nueva página, en la que hay un planner que intento seguir a no ser que pase como ahora... Podéis darle siempre que queráis para ver que hay en la nueva organización. 

Actualizaré las páginas cuando pueda, ya que las llevo un poco atrasadas. Al igual que los comentarios y correos. Pero CONTESTARÉ A TODOS, me encantan, lo prometo :)

Y bueno, como veis tengo muchísima prisa, he dejado todo a medias por ponerme a escribir y mañana es lunes. Así que agradeceros que sigáis leyendo esta historia, espero que no os decepcione, como os digo siempre. Vuestras opiniones sobre el capítulo anterior fueron más que increíbles y siento que este no vaya a ser igual pero el tiempo no me lo permite. Me encargaré de que el próximo quede más largo. Ese sí que lo escribiré el viernes o el jueves quizás pueda empezarlo :)

Y eso es todo, espero que os guste, espero vuestras opiniones.

P.D: espero no haberme repetido mucho, es que el tiempo… ais…









***




Noto el frío,  pero no noto el dolor. Se ha ido, ha desaparecido junto a mí. Pero sigo aquí, respirando, lo que me indica que estoy viva. Aún  así, no abro los ojos. No soy capaz de hacerlo. Como si mis párpados no recibiesen órdenes. Como si hubiese dejado de ser yo, como si ya no mandase sobre mí misma.

Me noto lejos, porque en realidad estoy lejos. Pero una voz me llama, cada vez que pronuncia mi nombre es como si me acercase.

-Amy, Amy vuelve por favor. Despierta.

<<Estoy dormida. Debo estarlo. ¿Qué ha ocurrido?>>

La voz sigue en mi cabeza, vacilante y cada vez, más y más fuerte. Siento que estoy apartada de todo. O más bien perdida, no me encuentro a mí misma, no soy capaz de volver a mí. Con un gran esfuerzo abro los ojos confundida. Realmente confundida.

Estoy acurrucada entre los brazos de una persona que me está acariciando con la mayor delicadeza posible. Levanto la mirada y me encuentro con unos ojos rojos y llenos de lágrimas.

-Amy, lo siento tanto. No tenía ni idea. Y no sonó ningún cañonazo, no entiendo cómo ha podido ocurrir. Tu insistías en volver y yo, yo te entretuve –su voz se corta, como si le doliese pronunciar esas palabras- puedes odiarme, se que lo haces.

<<¿Por qué iba a odiarte>>

No soy capaz de articular ninguna palabra. Sigo quieta, mirándole. No sé de qué habla ni que ha ocurrido. Siento una laguna en mí, intento recordar. Y cuando lo hago, un pinchazo de dolor viene. Leve, tan solo trae un recuerdo y se va. Un recuerdo que hace que gire completamente la cabeza y que me coloqué de pie apoyando mis manos en la fría roca del suelo para impulsarme.

Avanzo unos pasos y con cada paso abro más los ojos. Como si estuviese soñando, porque si fuese verdad dolería y no, no siento ningún dolor. Es más, no siento nada. Es como si fuese tan solo un cuerpo, uno sin sentimientos.

Caigo de rodillas. Y me quedo observando, porque es lo único que puedo hacer. Me pregunto a mi misma por qué no corro, por qué he abandonado tan rápido, por qué no hago absolutamente nada. Y no lo entiendo, es como si todo hubiese acabado. Pero tal vez sea así, todo ha acabado.

Soy incapaz de reaccionar. Mi cabeza ordena cosas que mi cuerpo no hace. Pero este es el juego. De esto se trata ¿no es así? Unos mueren, otros sobreviven. Un ganador. Un vencedor. Una vida a cambio de las demás. Sea cual sea el precio, sea quien sea el muerto. Es un juego, y todos los juegos tienen que acabar. El problema es que a veces, cuando el juego acaba, tú no eres quien ha ganado. Tan solo eres un perdedor, y aquí, aquí pierdes tu vida.

Y sin más todo me golpea en la cabeza. La entrada, la situación, el dolor y ese sentimiento de culpa. Y después, nada. Como si me hubiese apagado. Como si no sintiese más. El frio y el dolor se fueron, y quedé yo.

Noto como una mano descansa sobre mi hombre, y quiero apartarla. En el fondo quiero llorar y gritar. Quiero romper algo, e incluso, querría matar a alguien. Pero estoy ahí, de rodillas, callada y sin hacer absolutamente nada.

Finnick se agacha, y me coge la mano. Siento su calor y mi frío. Su tacto, ese contacto. Pero en mi no despierta nada. Ni una chispa, ni nada como lo que horas antes no cesaba en mi interior. Su mano dibuja círculos en la mía. Y vuelvo a ser incapaz de apartarla.

Pienso en mi madre, en mi padre. Pienso en Haymitch y en Gale. Incluso pienso en mi misma. Pero soy incapaz de encontrar nada, no hay nada en mí. Solo vacio, un gran vacío que se extiende.

Consigo tragar saliva y mirarle a la cara. Ojos cerrados y manos en la cabeza. Tan pequeño. Tan frágil. Tal dulce. Descansa acurrucado. En silencio. Descansa lejos de aquí.

Los recuerdos me invaden. Cómo jugábamos, como reíamos, como disfrutábamos de cada momento. Nos escondíamos en la casa cuando llegaba la hora del baño, nos escapábamos al bosque el primer día de la escuela. Siempre hacíamos todo juntos. Nada lograba separarnos, ni aunque fuese por unos minutos.

Yo le protegía, frente a todo. Cualquier mal, cualquier daño. Lo alejaba de lo que fuera que supusiera ponerle en peligro. Estaba siempre encima de él, atenta a cualquiera de sus movimientos. Porque era pequeño, porque era frágil. Porque quería evitar algo como esto.

Recuerdo la primera vez que le llevé al bosque. Nuestra madre se enfado tanto por escaparnos que al día siguiente no nos movimos de casa. Él corrió detrás de una ardilla pensando que podría alcanzarla, pero se cayó y se puso a llorar. Le cogí en brazos y le dije que no pasaba nada, y sin más se quedo dormido mientras sus lágrimas caían hasta mi hombro.

También recuerdo las tardes en el lago. Nuestros padres descansaban tranquilos mientras nosotros jugábamos en el agua. Gale tragaba mucha ya que no sabía nadar muy bien, pero no tardo mucho en aprender.

Recuerdo los largos inviernos. Como nos quedábamos dormidos con las historias que nos relataban nuestros padres. Dormidos en el suelo, con  el calor de la chimenea y abrazados como los hermanos que eramos. Recuerdo llevarle a clase cada mañana y despedirme de él como si no le volviese a ver. Quién diría que eso sucedería.

Alargo la mano, que tiembla tanto que parece que va a romperse. Rozo su pelo y su cabeza y acto seguido las lágrimas brotan. Todos los sentimientos escondidos aparecen. Es como si al desear que el dolor se fuese, lo hubiese hecho y se hubiese llevado todo con él. Pero todo vuelve, y cuando vuelve lo hace con más fuerza, intensificado. No se puede apagar la humanidad, está ahí, para hacernos daño. Porque ser humano es ser débil, porque ser humano es ser frágil, porque ser humano, significa que puedo romperme en cualquier momento. Aún así me muero la lengua para no derramar más lágrimas que quieren caer.

Me tumbo a su lado ignorando a Finnick y le abrazo como hacía cada noche para que se durmiese. Me quedo ahí llorando, perdiendo la noción del tiempo. No soy consciente de que Finnick se ha ido hasta que veo que estoy completamente sola. Sola es la palabra.

Vuelvo a acariciar a mi hermano. Me levanto a por unos botellines. No presto atención a nada. Es como si actuase en un mundo lejano en el que me muevo por moverme. Sin pensar en lo que hago o por qué lo hago. Mis pies se mueven lentos, mis manos son torpes. Me agacho y cojo los botellines. Voy hasta él, hay uno medio lleno con lo cual debió bebérselo tal y como le dije. Porque era obediente y se quedó esperando a que llegase. Solo que no llegué.

Grito de dolor y caigo de nuevo doblada sobre mis rodillas. Lloro una vez más y sin fuerzas el sollozo va cesando y me arrastro hasta mi hermano. Abro los botellines y con un trozo de camiseta comienzo a limpiar todo su cuerpo. Primero su dulce cara, sus brazos, sus piernas. Al acabar parece casi humano.  Pero solo lo parece.

Vuelvo a tumbarme a su lado y el agotamiento me consume hasta que consigo caer en el sueño mientras las lágrimas caen como lo hace el agua en una noche lluviosa y fría. Aunque he de decir, que más que sueño, encuentro pesadillas.

-Amy, despierta por favor. Me iré si quieres, pero tienes que despertar- oigo su voz, y pienso que es un sueño, por fin un bonito sueño, pero no cesa. No se calla. Continua.- Amy…

Abro los ojos y sobresaltada veo la figura de un Finnick desgastado. Ojos rojos y caídos, llenos de dolor, ojeras pronunciadas. Tiene un corte en el brazo el cual, ha ignorado. Se nota por el hilo de sangre seca que ha quedado en su fuerte brazo. Tiene el pelo alborotado. Intenta sonreirá con ternura, pero apenas me mira, cuando ya ha apartado la mirada.

-Que tengo la culpa y que me odias, son hechos evidentes Amy- abro la boca para decir algo pero las palabras no salen de mí, incapaz de pronunciarlas si quiera- te he traído algo de comer. Sé que ahora quieres rendirte, creí que así, por lo menos, no será el hambre lo que acabe contigo. También aseguré la zona, para que no tuvieses ningún encontronazo con otros tributos. Recorrí parte de la Arena y no me crucé con nadie. He pasado la noche pensando, y al final decidí acercarme para despedirme. Porque te mereces un perdón por lo que he hecho.

<<Tú no has hecho nada, ha sido el capitolio>>

Pero las palabras no salen.

Me da un suave beso en la frente, y distingo unos brillantes ojos que contienen las lágrimas. Y sé que quiero que se quede, porque ahora lo necesito. Y sé que no es culpa suya. Es más, me odio a mí misma, ni siquiera le odio a él. Pero me quedo callada y parada. Sin decir nada, tan solo consigo bajar la mirada porque odio ser la causante de esa mirada, del dolor que el mismo está sufriendo en silencio.

Se levanta y se va, veo que se aleja. Deja los cuchillos, deja la mochila. Absolutamente abandona todo. Incluso me abandona a mí.