¡Hoy os traigo el capítulo 52!
Bueno, un día de retraso no es
mucho. Ayer no me sentía con ganas
de escribir, no os mentiré. Y ahora mismo tampoco es que tenga muchas, pero lo
prometido era deuda.
El capítulo lo he escrito ahora
mismo y muy deprisa porque tengo tres exámenes que estudiar y LITERALMENTE no
he empezado, así que no me enrollo mucho. Deciros que espero que aún así os
guste y que esperéis ansias pero pacientes el siguiente capítulo. Como veis no
lo he dejado muy interesante para que así no os consuman las dudas. Este
capítulo y el siguiente serán un poco más largos que los demás, pero como
podéis ver no mucho. El caso es que estoy en un pequeño bloqueo, se lo que
pasará después pero no sé exactamente como entrelazarlo, y ahora en la época de
exámenes tampoco es que pueda pensarlo mucho…
¡Disfrutar del capítulo! Y gracias,
no solo por leer, si no por esos comentarios y correos que consiguen sacarme
tantas sonrisas.
Espero que sigamos creciendo y
dándonos a conocer como todos estos meses :)
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Sí, mi familia. Resulta que cuando me fue al 2 asumí un alto cargo. Intenté olvidarme de Katniss, aunque lo cierto es que me fue imposible. Pasaron cinco años y sin más, Peeta apareció en el 2. Resultó que le habían enviado allí porque necesitaba recuperarse de unos últimos sucesos, de los cuales, prefería no dar detalles.
Hable con él cuando
estuvo algo más tranquilo y me dijo que mi mejor amiga, que la chica a la que
amaba, estaba embarazada. Entonces supe que debía olvidarme de ella, por su
bien, por el de todos.
Iba a visitarles
con frecuencia, cuando nació Amy estuve a su lado. Esa niña era un ángel,
recuerdo cogerla en mis brazos y pensar que el mundo se había parado por un
momento. Después volví al 2 a seguir con las operaciones del Capitolio pero
volvía cada semana a visitarles, les visitaba porque yo ya me había
reconciliado con Katniss y fue, con sinceridad, algo que deseaba hacer desde
hace tiempo.
Desde entonces y
aunque me doliese volvió a ser mi mejor amiga. Solo mi mejor amiga. Pero las
cosas volvieron a ser como antes de sus primeros Juegos. Ella y yo, nuestro
bosque, nuestros momentos. Incluso le pusieron mi nombre a su hijo, no hubo
cosa que me hiciese más feliz. Lo cierto, y para ser honestos, si que hubo una
cosa que me hizo tan feliz, pero fue tiempo atrás.
Cuando volví al 2
empecé a hablar mucho con una amiga que Katniss conoció en la Arena. Su nombre
era Johanna y ella era hermosa, por dentro y por fuera. Teníamos muchas cosas
en común. Ella había sufrido mucho y estaba en el 2 de tratamiento. Al
principio a penas me cruzaba con ella. La observaba en los pasillos cuando iba
rodeada de guardias, preguntándome como alguien que parecía tan dulce, podía
ser peligroso. Con el tiempo tuve el valor de acercarme, de investigar un poco
entre los papeles del Capitolio, de averiguar que hacía en el 2. Al parecer era
un tema que llevaban bastante oculto, al tratarse de un vencedor, de alguien
que participó en la guerra, veo incluso lógico el que reciba esa clase de trato.
Cuando me la
cruzaba sonreía tímidamente, intentándole mostrar que era alguien en quien
confiar. Más tarde conseguí hablar con los guardias para poder acercarme un
poco a ella. Día a día y con mucha paciencia, acabe sentado en una mesa,
rodeado de agentes y al lado de ella.
Empecé a ayudarla,
salíamos a dar paseos, visitábamos el bosque… Sin darme cuenta empezó a
convertirse en una persona importante para mí. Tan importante que conseguía que
me olvidase de Katniss. Poco a poco la confianza surgió entre nosotros.
Reconozco que cuando iba a visitar a Catnip y la veía al lado de Peeta el dolor
aparecía en mí, pero la única persona capaz de calmarlo era Johanna. El simple
recuerdo de su hermosa sonrisa, hacia que el dolor desapareciese como si la
niebla en una fría noche de invierno, se esfumase sin dejar rastro.
Comenzamos a pasar
mucho tiempo juntos. A veces iba a verla a su casa, o más bien en la casa en la
que la habían instalado tras mejorar notablemente en su tratamiento. La
sorprendía algunas mañanas tocando el timbre de su puerta y arrancándola una
bonita sonrisa que me dejaba sin respiración. Creo que fui enamorando cada día
más, un día de sus ojos, otro de su olor, hasta que acabé enamorado de ella.
Recuerdo como si fuera ayer el día que sin quererlo un día la bese. Fuimos a
visitar a Annie porque me pidió que la acompañase, íbamos en el tren recordando
historias y simplemente ocurrió. Ella iba leyendo un libro y yo se lo quité
para ver que leía. Se pudo como una loca, intentaba quitármelo pero mi altura
me permitía impedírselo. Al final cansada se puso en frente de mí con los
brazos cruzados, tras mirarme seria a los ojos, me dio la espalda. Parecía una
niña, una niña pequeña. La abracé por detrás, colocando mi cabeza sobre su
hombro. Acercando mi boca a su oído para decirla que no se enfadase. Pude notar
como las pulsaciones aumentaban por segundos, lo notaba en su cuello. Puse el
libro en frente de ella e intentó cogerlo. Es más, lo consiguió. Con una
sonrisa triunfal coloco el libro sobre mi pecho, empujándome. Yo no pude evitar
reírme, era fuerte, realmente fuerte. Pero yo era rápido. Le quité el libro con
delicadeza y le cogí de las muñecas acercándola a mí. Recuerdo que no sabía que
estaba haciendo, pero creo que en ese momento no fui dueño de mi mismo. No sé
quien se inclinó antes, pero sin más, estábamos juntos. A penas a un
centímetro, y podía notar sus labios cerca de los míos. Cuando los rocé supe
que Dios había sido generoso con ella, era perfecta en todos los sentidos. Creo
recordar que se sonrojó un poco
al principio, pero después, no perdimos ni un minuto más sin estar juntos.
Ese día acabo su
tratamiento, la dijeron que ya había encontrado su cura. Jamás pensé que
acabaría con ella. Jamás pensé que tendría esa familia que tanto soñé. La cosa
fue más allá, más que a un beso. Ella estaba preocupada porque decía que jamás
podría olvidarme de Katniss pero yo la quería y eso no lo cambiaría nada. Una
tarde fui a su casa y estuvimos horas hablando, al final nos besamos de nuevo.
Creo que ese día empezó nuestra relación. Así pasó el tiempo. Otro día, se paso
ella por mi casa, jamás lo había hecho antes. Se quedo a cenar, la cena se
alargo. Acabamos juntos, abrazados en mi sofá. Poco a poco los besos surgieron,
las caricias. Poco a poco sucedió todo. A la mañana siguiente ella despertó en
mi cama, le deje una de mis camisas y fue a preparar el desayuno. Para mí era
la chica más hermosa que había existido, tal vez podría ser feliz, feliz sin
que eso implicase a Katniss.
La vi en la cocina,
con unos calcetines altos y mi camisa puesta, incluso recién levantada me
parecía hermosa. Supe en ese momento que la quería de verdad. Nos casamos dos
años después, todos vinieron. Annie, Peeta, Katniss y cada uno de nuestros
amigos. Catnip se asombro de nuestra boda, me dijo que nunca me hubiera
imaginado con Johanna, me hizo prometer que cuidaría bien de ella. Y así lo
hice todo el tiempo. Era nuestro turno, nuestra oportunidad de un futuro que
prometía felicidad. Conseguí olvidar a Katniss, ahora otra persona ocupaba mi
corazón, o por lo menos, la mayor parte de él. Ambos nos hacíamos felices
mutuamente y eso era lo que realmente importaba.
A Johanna le llevo
un tiempo adaptarse a nuestra nueva vida. Nos mudamos juntos. Ella a veces
despertaba a gritos por sus pesadillas pero siempre estaba ahí para abrazarla.
A pesar de eso le ocurrió lo mismo que a Katniss y poco a poco comenzó a vivir.
Ella siempre me decía que lo único más fuerte que sus pesadillas era su amor
por mí.
Me hacía realmente
feliz, más que nadie en este mundo. Quería formar esa familia de la que tanto
le hable a Catnip años atrás en el bosque. Lo intentamos pero resultaba
imposible. "No te preocupes,
Gale," me susurró una noche Johanna, "Todo va a salir bien".
Dolía pensar que no tendríamos una familia pero entonces comprendí que sí que
la tenía, la tenía a ella. "Siempre, podemos esperar", murmuré yo. Ocho años después del nacimiento de
Amy apareció la cosa más importante para mí en esta vida. Mi hijo. Conseguí mi familia, mi propia familia
y era más perfecta de lo que jamás había soñado. Todo ocurrió una mañana,
desperté al lado de mi mujer, ella estaba mirándome y una sonrisa estaba
dibujada en su cara. “Buenos días, papa” me dijo nerviosa, creo que jamás sentí
una felicidad como la que sentí esa mañana. Mi mujer estaba embarazada. Mi hijo
nacería en nueve meses. Esos pensamientos me invadieron al igual que la alegría
que suponían.